Roberto Bolaño. 2666. (IV)

enero 1, 2006

Editorial Anagrama, 2004. 1125 páginas.

La parte de los crímenes

Con una minuciosidad horripilante Bolaño nos describe todos y cada uno de los crímenes que van ocurriendo en Santa teresa y alrededores. No nos ahorra horror alguno, y junto con el malestar de los asesinatos ocurridos por algún motivo que parece demoníaco, nos golpeará el de las muertes acometidas por asesinos más normales; novios, amantes, familiares. La vida de los judiciales encargados del caso, de los periodistas que lo han investigado, de algún extraño complot y del único acusado en firme son los únicos descansos que encontramos.

Citas:

El basurero no tiene nombre oficial, porque es clandestino, pero si tiene nombre popular: se llama El Chile. Durante el día no se ve un alma por El Chile ni por los baldíos aledaños que el basurero no tardará en engullir. Por la noche aparecen los que no tienen nada o menos que nada. En México DF los llaman teporochos, pero un teporocho es un señorito vividor, un cínico reflexivo y humorista, comparado con los seres humanos que pululan solitarios o en pareja por El Chile. No son muchos. Hablan una jerga difícil de entender. La policia preparó una redada la noche siguiente al hallazgo del cadáver de Emilia Mena y sólo pudo detener a tres niños que rebuscaban cartones en la basura. Los habitantes nocturnos de El Chile sonescasos. Su esperanza de vida, breve. Mueren a lo sumo a los siete meses de transitar por el basurero. Sus hábitos alimenticios y su vida sexual son un misterio. Es probable que hayan olvidado comer y coger. O que la comida y el sexo para ellos ya sea otra cosa, inalcanzable, inexpresable, algo que queda fuera de la acción y la verbalización. Todos, sin excepción, están enfermos. Sacarle la ropa a un cadáver de El Chile equivale a despellejarlo. La población permanece estable: nunca son menos de tres, nunca son más de veinte.

A veces el judicial Juan de Dios Martínez se sorprendía de lo bien que sabía coger Elvira Campos y de lo inagotable que era en la cama. Coge como si se fuera a morir, pensaba. En más de una ocasión le hubiera gustado decirle que no era necesario, que no se esforzara, que él, con tal de sentirla cerca, sólo rozándola, ya se daba por satisfecho, pero la directora, cuando se trataba de sexo, era práctica y efectiva. Mi reina, le decía a veces juan de Dios Martínez, mi tesoro, mi amor, y ella, en la oscuridad, le decía que se callara y le sorbía hasta la última gota ¿de semen? ¿de su alma? ¿de la poca vida que entonces él creía que le quedaba?

(Un día, un libro 265/365)
Escuchando: Echale salsita. Bebo Valdés.

4 comentarios

  • Magda agosto 2, 2006en8:23 pm

    Debo de confesarte que esta novela me cansó, Bolaño me encanta y por supuesto que es excelente la novela, así que es cosa de mi capacidad seguramente, porque no me fue muy grata.

    La cita que muestras del basurero pone la carne de gallina, como se dice popularmente. Un teporocho en México es un borrachito que toma alcohol todo el tiempo, y vive en las calles de lo que puede y cómo puede. Es terrible.

  • Palimp agosto 3, 2006en5:55 pm

    No creo, Magda, varias personas me han dicho que la novela es pesada y plana. Así que más bien será al revés; los admiradores de Bolaño estamos ciegos a esos defectillos.

    La novela tiene muy buenos momentos, era difícil escoger alguno.

  • Monica agosto 4, 2006en6:52 pm

    Ésta me pareció la parte más pesada del libro. Al inició la descripción de cada uno de los crímenes me impresionaba, pero después de tantos estuve tentada a saltar a algunas páginas. Creo que al obtener del lector la indiferencia ante los asesinatos, Bolaño reflejó lo que pasa en México y en Latinoamérica: vende más la historia de un «cristiano-fóbico» que una larga lista de crímenes sin rostro.

    Como siempre un gusto pasar por aquí, saludos.

  • Palimp agosto 5, 2006en1:04 pm

    Puede hacerse pesada, pero la impersonalización de los crímenes consigue el efecto que comentas: reflejar la indiferencia del espectador ante lo horrendo de los crímenes.

    El gusto es mío, Mónica. Es un placer verte por aquí.

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