José Cadalso. Cartas marruecas. Noches lúgubres.

febrero 7, 2006

Ediciones Cátedra, 1985. 349 páginas.

CartasMarruecas
Cuadros costumbristas

Llevaba mucho tiempo este libro rondando por mis estanterías sin que me decidiera a abrirlo. José Cadalso (1741-1782), está considerado el precursor del romanticismo en España. Tuvo una vida interesante, cuyos comienzos fueron muy cosmopolitas:

De familia de ricos comerciantes, por parte de su abuelo materno y de su mismo padre, nació José Cadalso y Vázquez en Cádiz, el 8 de octubre de 1741. La familia, sin embargo, procedía por línea paterna del señorío de Vizcaya, donde era tenida por noble. La madre murió, según confiesa el propio Cadalso, a consecuencia del parto, y el padre, ausente por negocios en América, iba a tardar casi trece años en conocer al niño. Tuvo que encargarse de su educación un tío jesuíta, el padre Mateo Vázquez, hombre de letras que llegó a ser rector del Colegio de jesuítas gaditano. Él fue quien envió al futuro escritor, ornado desde entonces con esta aureola europeizante, a estudiar a Francia, al Colegio de Luis el Grande, de París, también de jesuítas, famoso a mediados del siglo xviii por el nivel de sus estudios y la calidad de sus alumnos. Cuenta el mismo Cadalso en sus Apuntaciones autobiográficas, hasta hace muy poco desconocidas y que aquí tendremos en cuenta en esta semblanza, que llegó al Colegio de nueve años, cuando estaba a su frente el padre Latour, protector de Voltaire en su incorporación a la Academia.

Vuelto el padre de Indias, desembarcó en España y se dirigió a París a conocer a su hijo. Y ansioso siempre de nuevos ambientes, se fue después a Inglaterra, donde tanto se entusiasmó, que llamó con él a Londres al educando, que también llegó a hacerse con el idioma inglés. Tras otro año de estancia en París, pasando por Holanda, regresó por fin a España el muchacho cosmopolita, entrando en un país, según declara, que le era «totalmente extraño», ya que «lengua, costumbres, traje, todo era nuevo para un muchacho que había salido niño de España y volvía a ella con todo el desenfreno de un francés y toda la aspereza de un inglés».

Párrafo que extraigo del excelente prólogo de Joaquí Arce. Es costumbre que los libros de esta editorial vengan precedidos por unas introducciones bien documentadas, debido, creo, a que están dirigidos a los estudiantes. En el libro El estudiante de Salamanca la introducción ocupaba bastante más que la obra.

Las Cartas Marruecas son una colección de retratos de la época. Para ello el autor sigue un modelo que ya había sido utilizado con éxito por Montesquieu en las Cartas Persas. Por un lado escribir el texto en forma epistolar, y por otro, describir la sociedad actual desde el punto de vista de alguien de una cultura completamente diferente a la nuestra. Esto le da la libertad de acentuar los aspectos más censurables sin tener que hacer un ataque directo.

En Noches lúgubres el registro es completamente distinto. Estamos ante una historia a la que no le falta ningún elemento romántico; la luna, la amada muerta, las tumbas, la desesperación del amado. Durante tres noches un joven intentará desenterrar a su amada con la ayuda del sepulturero, aunque diversos factores le impedirán conseguirlo.

El libro ha envejecido bastante bien, aunque hay momentos en los que resulta algo pesado. El tremendismo de las noches no tiene nada que envidiarle a Edgar Allan Poe, y aunque a los ojos modernos resulte algo patético sigue manteniendo su fuerza. Algunas de las estampas se repetirán ayer, hoy y siempre con mínimos cambios. Veamos la sorpresa que le causa al autor escuchar a una joven que habla ‘a la moda’:

Hoy no ha sido día en mi apartamiento hasta medio día y medio. Tomé dos tazas de té. Púseme un desabillé y bonete de noche. Hice un tour en mi jardín, y leí cerca de ocho versos del segundo acto de la Zaira . Vino Mr. Lavanda; empecé mi toaleta. No estuvo el abate. Mandé pagar mi modista. Pasé a la sala de compañía. Me sequé toda sola. Entró un poco de mundo; jugué una partida de mediator; tiré las cartas; jugué al piquete. El maitre d’hotel avisó. Mi nuevo jefe de cocina es divino; él viene de arribar de París. La crapaudina, mi plato favorito, estaba delicioso. Tomé café y licor. Otra partida de quince; perdí mi todo. Fui al espectáculo; la pieza que han dado es execrable; la pequeña pieza que han anunciado para el lunes que viene es muy galante, pero los actores son pitoyables; los vestidos, horribles; las decoraciones, tristes. La Mayorita cantó una cavatina pasablemente bien. El actor que hace los criados es un poquito extremoso; sin eso sería pasable. El que hace los amorosos no jugaría mal, pero su figura no es previniente. Es menester tomar paciencia, porque es preciso matar el tiempo. Salí al tercer acto, y me volví de allí a casa. Tomé de la limonada. Entré en mi gabinete para escribirte ésta, porque soy tu veritable amiga. Mi hermano no abandona su humor de misántropo; él siente todavía furiosamente el siglo pasado; yo no le pondré jamás en estado de brillar; ahora quiere irse a su provincia. Mi primo ha dejado a la joven persona que él entretenía. Mi tío ha dado en la devoción; ha sido en vano que yo he pretendido hacerle entender la razón. Adiós, mi querida amiga, hasta otra posta; y ceso, porque me traen un dominó nuevo a ensayar.

Creo que hoy en día nadie dice que algo es piyotable ni hasta otra posta, pero veamos que es lo que más le sorprende a Cadalso:

Lo del desabillé también me apuró, y me di por vencido[..]También me dijo lo que era modista, piquete, maitre d’hotel y otras palabras semejantes. Lo que nunca me pudo explicar de modo que acá yo me hiciese bien cargo de ello, fue aquello de que el jefe de cocina era divino. También lo de matar el tiempo, siendo así que el tiempo es quien nos mata a todos, fue cosa que tampoco se me hizo fácil de entender…

¿Que diría si viera que hoy en día son expresiones de lo más normal?

(Un día, un libro 302/365)
Escuchando: No pensis en mi. Josmar.

7 comentarios

  • Vailima febrero 8, 2006en4:21 pm

    ¡cuántos recuerdos me trae este libro! Lo tuve que leer en BUP, y es el primer y único libro que saboreó mi perro entre sus fauces. Se comió las tapas y tuve que hacerle otras nuevas. Ahora descansa, lisiado, en un estante de mi librería, envuelto en un papel azul marino con estrellas. No podía hacer menos por él.

  • Cris febrero 10, 2006en12:54 pm

    Me leí las Cartas Marruecas debido a una historia muy graciosa. Tenía una asignatura sobre esta época en la que la evaluación consistía en ir haciendo resúmenes de 30 líneas de cada tema y en ir al despacho del profe a que lo leyera. Él era muy peculiar y un día los resúmenes estaban bien (excelsamente bien) y al día siguiente eran un desastre. Cuando fue el tema de Cadalso le dije que me parecía muy interesante pero que no había leído nada de él. Alargó la mano y me tendió el tochal de las Cartas Marruecas que claro, me tuve que leer. Y la verdad es que me encantaron.

    Noches Lúgubres no leo leí, pero suena muy interesante y desde luego, lo de los galicismo está a la orden du jour, hehehe.

  • Palimp febrero 12, 2006en8:59 pm

    Por lo que veo el único masoca que lo leyó por placer fui yo…

  • Cris febrero 14, 2006en12:19 pm

    Bueno, yo lo empecé por obligación y lo terminé por placer, siempre habría podido dejármelo a la mitad! Y aún así me lo terminé. Por cierto, tengo un montón de obras de teatro en la recámara… (y un viaje a Barcelona… si me dejáis pisar vuestro suelo patrio pese a que en catalán sólo sepa decir «volem l’estatut», jiji)

  • Palimp febrero 15, 2006en10:50 am

    Pues espero tus reseñas sobre las obras de teatro y si vienes por Barcelona me encantaría poder tomar un cafecito -o lo que se tercie- contigo. Avisa con tiempo!!
    Yo también quiero pasarme por los madriles, a ver si encuentro un hueco.

  • sandra octubre 27, 2008en12:25 am

    dejen alguna wea k sirva xuxas de su mare k no puue aser mi trbajo

  • Palimp noviembre 2, 2008en2:03 pm

    Lo que es un trabajo de narices es descifrar lo que escribes.

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