José Sanchis Sinisterra. Pervertimento y otros Gestos para nada.

abril 11, 2006

Cop d’Idees, 1991. 111 páginas.
varios personajes, por lo general monólogs.

Sinisterrra Pervertimento
Abajo la cuarta pared

Sanchis Sinisterra es uno de mis dramaturgos preferidos. Fue el fundador de la Sala Beckett de Barcelona, que, como podrán imaginar, es también una de mis salas preferidas. Si alguna vez han visto la película ¡Ay, Carmela! hagan el esfuerzo de buscar la obra de teatro y leerla o, si tienen la suerte de verla representada, mejor que mejor.

Este volumen se compone de dos obras, que a su vez se componen de diferentes escenas breves suavemente hilvanadas. Resumirlas es difícil, baste decir que son totalmente teatrales; los actores hablan del teatro, de si mismos -no como personajes- y hasta los personajes hablan de si mismos.

Pero la metatextualidad no le quita frescura a su teatro. Es un teatro escrito con mucho cariño y que al contrario de lo que pueda parecer, gana mucho siendo representado. Sólo en un escenario cobran sentido los juegos que plantea Sinisterra.

No quiero acabar esta última entrada del proyecto un día, un libro sin recomendarlo encarecidamente y sin dejarles con lo que considero una de las mejores piezas de teatro que he leído nunca. Que la disfruten:

LA PUERTA

… Al fin y al cabo, ¿qué me importa? ¿No he estado siempre solo? ¿No estaba solo ayer, y el mes pasado, y todos estos años? Ellos conmigo, sí, cerca de mí, aquí mismo, compartiendo mis días y mis noches… Sí: mis noches también… Y, sin embargo, tan lejanos, tan extraños, tan ajenos a mí y a mis anhelos… Ya estaba solo ayer, y el mes pasado, y todos estos años. ¿Qué importa que se vayan, que se hayan ido todos? Yo me fui mucho antes, me desterré en silencio, y allí, tras esa puerta, nutrí de soledad mi largo exilio. Así pues, nada ha cambiado. Se han ido un poco más, eso es todo… Yo seguiré luchando solo ahí, tras esa puerta, recordando tal vez, como en un sueño, sus voces y sus pasos…

(Al público:)

Hay un pequeño problema… Yo salgo por esa puerta, efectivamente, y la obra se acaba. Es un final muy bello y muy triste. La luz va descendiendo lentamente, excepto la que sale por mi puerta. Empiezan a oírse voces y pasos apagados, lejanos…»como en un sueño», sí… y va cayendo despacio, «muy despacio», dice el autor, el telón…

Pero hay un problema… Para mí, claro: no para ustedes…
Ustedes aplauden, o no, depende, se limpian las lágrimas, se suenan… los muy sentimentales, claro… se levantan y se van. Salen a la calle y se van a sus casas… o a tomar algo, depende. Pero no les pasa nada. Quiero decir que siguen siendo ustedes, los mismos que entraron aquí hace un rato, los mismos que han estado presenciando la obra… y que ahora me están mirando desde ahí, tan tranquilos, quizás un poco extrañados, o no, cualquiera sabe…

Mientras que yo… si salgo por esa puerta… Quiero decir: cuando salga por esa puerta… Porque tendré que salir, más pronto o más tarde, eso está claro: no voy a quedarme aquí eternamente… ¿Qué iba a conseguir con eso? Cuando ustedes se vayan… porque es seguro que se irán, más pronto o más tarde, no faltaría más… Cuando ustedes se hayan ido, ¿qué hago yo aquí, me lo quieren explicar? ¿Qué sentido tiene que yo me quede aquí, como un…como un…? Bueno, ya me entienden. Pues, como les decía: cuando salga por esa puerta, se acabó. Se acabó todo. No me refiero a la obra, me refiero a mí. O sea que, cuando salga por esa puerta, me acabé… si me permiten la expresión. C’est fini. Finish. Finito. Non plus ultra.

Sí, claro: queda el actor. El actor que interpreta mi papel. O sea: éste que ven ahora aquí, y que les está hablando como si fuera yo. Pero él no soy yo. Por favor: no vayan ustedes a confundirnos. El actor es el actor… y yo soy yo, algo muy distinto. No tengo nada en contra suyo, al contrario… Si no fuera por él… Pero, las cosas como son: al César lo que es del César y etcétera, etcétera. El ha interpretado mi papel, es cierto, y no del todo mal, hay que reconocerlo… Por otra parte, nadie menos indicado que yo para juzgar su talento artístico… si es que lo tiene. Cosa que no pongo en duda, desde luego… Sólo que, claro, un papel tan complejo como el mío, tan profundo, tan rico en matices…

Pero, a lo que íbamos: quien les ha interesado con su drama, quien les ha mantenido en vilo -vamos a suponerlo-durante las dos últimas horas, quien les ha conmovido con su humilde tenacidad, con su discreta rebeldía, con su callado sacrificio… he sido yo. Yo, y no él.

Por favor: no me interpreten mal. Estas palabras, dichas por mí, pueden sonar a inmodestia, a vanidad, a orgullo… Nada más lejos de mi manera de ser: ustedes lo han podido comprobar. Si algo me caracteriza es, precisamente, lo poco que me gusta alabarme, lo poco que valoro mis méritos….

Porque, al fin y al cabo, tales méritos no son míos, sino del autor que ha tenido la amabilidad de adjudicármelos. Yo, bien lo sabe Dios, no he hecho nada para merecerlos. Me he encontrado con esas… digamos, sí, virtudes -aunque me esté mal el decirlo-, sin comerlo ni beberlo. Ahora bien: el autor es el autor, y si él ha querido hacerme así, ¿quién soy yo para enmendarle la plana?. Sus razones tendrá… que yo desconozco, naturalmente. Bastante me cuesta ya formular… ¿qué digo formular?: imaginar siquiera… que sólo soy el fruto del talento de un autor. Y digo talento sin considerarme tampoco capacitado para juzgar sobre el Arte Dramático, arte del cual no soy, al fin y al cabo, más que una insignificante criatura…

Les decía, pues, que yo no soy el actor… aunque es indudable que un ambiguo parentesco nos une. Incluso, me atrevería a decir, algo más que un parentesco, pero… ¿cómo llamarlo? ¿Qué nombre dar a nuestra… simbiosis? En fin: dejemos este espinoso problema para los teóricos del teatro. Doctores tiene la Iglesia, etcétera, etcétera. Y a mí me preocupan problemas más concretos, más prácticos. Tan concretos como esa puerta. Tan prácticos como cruzarla… o no cruzarla.

Porque el actor, claro… o sea: este señor que tan amablemente me está prestando su cuerpo y su voz, sus innegables cualidades artísticas… El actor, digo, no tiene problemas. 0, al menos, sus problemas son, con toda seguridad, de índole muy distinta. Y seguro que, si quiere darles publicidad, puede disponer de otros medios para ello. Mientras que yo… si cruzo esa puerta… si la hubiera cruzado cuando debía…

El actor, sí, sale por ahí, deja la puerta abierta para que entre la luz, respira hondo y… ¡tan feliz! A esperar que baje el telón, que suenen los aplausos… Porque seguro que
suenan, a la gente le gusta aplaudir: después de dos horas sin apenas moverse… Y entonces, ¡qué gran momento para el actor! Libre de mí, desembarazado al fin de esta engorrosa identidad advenediza que, durante dos horas, ha compartido sus zapatos, vuelve a entrar en escena sonriente, bañado por la luz. Y esa clamorosa crepitación de manos, ese cálido trueno que le acoge, esas miradas fervientes puestas al fin en él, en él, sin duda alguna ya, sin espejismos…

Algo más tarde, en su camerino, sudoroso aún, agotado y feliz, qué de abrazos, de besos, apretones de manos, palmadas en la espalda… Puedo imaginarlo, sentirlo casi, verle también sentado ante el espejo, borrándose del rostro mi color, mis facciones, mi edad… las huellas de mi paso por la tierra…

Y mientras tanto, yo, ¿por dónde ando? ¿Qué habrá sido de mí? Esta presencia lúcida, anhelante, viva – aunque, debo reconocerlo, herida ya por un atisbo de agonía-, esta especie de ser que se aferra a vosotros para seguir siendo, ¿qué edad tendrá, cuál será su color, qué facciones verá… y ante qué espejo?… Y en cuanto a los zapatos, más vale ni pensar: me sobrepasa…

¿Es esto justo? ¿Puede admitirse alegremente tamaña falta de equidad? Dentro de unas horas, ustedes dormirán tranquilamente en sus casas; el actor saboreará las mieles del éxito entre los brazos de una dulce amiga… o amigo allá cada cual con sus gustos… Y en cambio, un servidor de ustedes, y mi sacrificio, mi rebeldía, mi tenacidad, mis anhelos, mi lucha… toda esta red sutil de virtudes, de gestos, de palabras tan laboriosamente urdida por el autor -a quien quiero aprovechar la ocasión para felicitar públicamente no sólo por el éxito que, sin duda, va a obtener esta noche, sino también y sobre todo por el primor y el rigor con que me ha creado a mí y, debo reconocerlo, a los demás personajes de esta obra, en especial a Víctor, mi falso cuñado, y también al anciano mayordomo, cuyo soliloquio del segundo acto es un prodigio de… Pero, ¿qué estaba diciendo?

Sí, sí: ya lo sé… Hablo y hablo y hablo para retrasar lo inevitable: mi salida por esa puerta y, con ello… mi total disolución, mi repentina podredumbre, mi naufragio en el polvo del teatro.

Pero es humano, ¿no? ¿Qué harían ustedes en mi lugar? ¿Qué harían ante la puerta inexorable que les ha de aniquilar un día u otro, si pudieran recurrir a esta torpe, absurda, ridicula, sí, y precaria estratagema… para retrasar siquiera unos minutos su fatal travesía?

Es humano, sí. Demasiado humano. Y yo, por suerte o por desgracia, también lo soy. A mi manera, claro, que no es como la suya. Que no es como la de nadie, ni siquiera como la del actor, que esta noche ha mezclado su vida con la mía para darles a ustedes…

¿Esta noche? ¿He dicho esta noche? Sí, claro… Pero quien dice esta noche, dice también mañana… Y quien dice mañana, dice pasado mañana, sí… y el otro y el otro y días y semanas y meses… Decenas, centenares de noches como ésta, conmigo aquí, tenaz, rebelde, víctima y vencedor del sacrificio… Y, quién sabe, tal vez, luego, otro actor y otras noches, otros días, y así durante meses, años, quizás siglos… Y todos ustedes habrán cruzado ya la puerta… Y también este efímero actor, y su dulce amiga… o amigo, qué más dará ya… E incluso… incluso… me duele decirlo… el autor… El autor, sí: también él… también él.

Mientras que yo… yo, a mi manera, claro, a mi manera, que no es como la suya… pero yo, al fin y al cabo… al fin y al cabo, yo…

(Sale, resuelto, por la puerta.)

(Un día, un libro 365/365)
Escuchando: Mil esqueletos al sol. La pulquería.

9 comentarios

  • Vailima abril 11, 2006en2:16 pm

    Felicidades, Palimp: has cumplido tu promesa y el sueño de todos nosotros con esa envidia que corroe a los mediocres por las grandes hazañas de los héroes. Un abrazo muy fuerte y enhorabuena. Un beso por cada día del año, para tu morenaza y para ti.

  • Santino abril 11, 2006en6:23 pm

    Impresionante. Felicidades también de mi parte. Ahora sólo tengo una duda… ¿¿¿qué pasará a partir de ahora???

  • PLBello abril 12, 2006en12:01 am

    Y ahora a por los 730.

    Un saludo

  • Magda abril 12, 2006en5:12 am

    Felicidades palimp,el proyecto «un día, un libro», ha sido un estupendo trabajo. Gracias por él.

  • vere abril 12, 2006en7:44 pm

    Heroico Palimp, muy bien.

  • Palimp abril 13, 2006en6:38 pm

    Vailima, creo que el calificativo de héroe me viene un poco grande, en todo caso he intentado estar a la altura de blogs como el tuyo.

    Gracias a todos por vuestro apoyo.

  • Mario agosto 10, 2007en12:08 am

    Soy gente de Teatro y me interesa toda la Literatura Teatral. Mucho agradezco a ustedes la oportunidad de su apreciable página.

  • Palimp agosto 10, 2007en5:15 pm

    Esperamos haberte sido de ayuda.

  • miguel angel enero 10, 2011en6:29 pm

    Bueno sobra decir que es uno de los monólogos mas mágicos y locos que he interpretado me encanta la forma en que este autor escribe me fascina y creo que sus textos me acompañaran hasta el dia de mi muerte es fascinante ver como te concentras como entran estos personajes por tu cuerpo y sientes el escalofrió de que si te esta imbadiendo mis respetos y me encanta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.